Pisadas



Dormía cuando un grito agudo me hizo brincar de la cama, sin dudar fui al comedor, recorrí todas las habitaciones buscando el orígen de aquel sonido, sin otro indício que las brasas de la chimenea apagándose, regresé al dormitorio y volví a acostarme pensando que todo había sido una de aquellas ilusiones auditivas de las que hablan los psicólogos.
Al día siguiente mientras me preparaba un café para terminar de despertarme antes de darme un baño, escuché las pisadas de unos pies descalzos sobre la madera, lo cual me hizo asomar por la puerta de la cocina sin que lograra ver a nadie, ya desconcertado por las extrañas circunstancias que se repetían sin motivo aparente, empecé a plantearme que tal vez podía haberme equivocado al elegir ese lugar como retiro e inspiración para mi nuevo libro.
De camino al pueblo, me dirijí nuevamente a aquel bar, tan familiar, saludé al propietario, visíblemente alegre al verme nuevamente ahí.
Mientras desayunaba, observé las fotografías de la pared.
-¿Su familia?. – Le pregunté al ver que me estaba observando.
-Si en parte: respondió solícito.
Hubo una fotografía que llamó especialmente mi atención, en ella aparecía una familia, con 3 hijos pequeños, y de fondo la cabaña donde me alojaba.
El hombre abandonó la barra y se acercó a mí.
-Disculpe mi intromisión, he observado que esta mirando muy fijamente esa foto, ¿No estará viviendo en esa cabaña?: Preguntó borrando la sonrisa de su rostro.
-Pues sí, ¿Porqué?
-Yo perdí allí a mi família: mi mujer enloqueció y ahogó a nuestros tres hijos en la bañera, luego se suicidó ahorcandose...
Salí huyendo de aquel lugar y sus palabras revoloteando en mi mente, quise dirigirme de nuevo hacia la cabaña, pero fué tan brusco el efecto de aquella revelación que olvidé el camino de vuelta y sin darme cuenta llegue a la mitad de un sendero donde escuchaba voces de niños a mi alrededor, me aterroricé de tal manera que arranqué a correr y cuando recuperé la conciencia de los hechos, estaba frente a la puerta de la cabaña. Jadeando y casi sin aliento fuí hacia el baño donde me refresqué la cara varias veces, de pronto recordé las palabras de aquel hombre y mientras me miraba al espejo, pude ver lo que había detrás: era una niña de unos 5 o 6 años, y tenía todo el cuerpo mojado, chorreando como si acabara de salir de la bañera, su pelo empapado cubria parcialmente su rostro, un frió gélido recorrió todo mi cuerpo, y cuando me giré, ya no había nada. Tembloroso, salí de allí, y casi de inmediato, comencé a sentir diferentes sensaciones dentro de mi cuerpo, como si alguién o algo estuviese detrás de mí, pero al volver la vista no había nadie, el estrecho y corto pasillo que dividía las estancias parecía alargarse indefinidamente, el suelo de madera crujía bajo mis pies pero también podía escuchar claramente las pisadas de unos diminutos pies descalzos correteando a mi alrededor y cuando creí haber llegado al final del pasillo, volví a encontrarme de nuevo frente a la puerta del baño, allí estaba la niña de pelo largo junto a dos niños más, mirandome fijamente. Tambaleandome, volví a recorrer el pasillo en sentido inverso, pero contra más rápido intentaba caminar, más lentamente parecía moverme, como si algo o alguien estuviese sujetandome por la espalda, de pronto, sentí un doloroso golpe en mi cabeza, que me hizo perder el sentido momentaneamente al tiempo que escuchaba una voz encolerizada gritando:
-¡Han vuelto, han regresado para torturarme, y tú los has traido hasta aquí, maldito!
Cuando abrí los ojos, con la cabeza dandome vueltas, ví al dueño del establecimiento donde iba a desayunar a unos dos metros de mí, yacía revolcado en el suelo intentando zafarse inútilmente de aquellos tres niños, la sangre que brotaba de sus recientes heridas empezaba a empapar sus ropas, creí ver tambien a una mujer la cual parecía estar presenciando la escena; vestía sencillas ropas de encaje y sujetaba una cuerda entre sus manos trenzada en forma de soga.
Cuando recuperé plenamente el sentido me reincorporé medio tambaleante con un  terríble dolor de cabeza, deseando que todo hubiese sido una pesadilla, pero no era así: allí estaba el cuerpo inerte y ensangrentado de mi frustrado agresor tendido en medio del pasillo.
Lo maté en defensa propia; eso fué lo que dictaminó el juez, y el arma que supuestamente usé, la obtuve de la cocina; pesaba sobre aquel hombre la sospecha de haber asesinado a sus tres hijos ahogandolos y estrangulado posteriormente a su mujer, preparandolo como si fuese un suicídio, pero nunca se pudo probar, si fuí yo quien lo mató creando en mi mente la ilusión que presencié  o si por el contrario asistí  a un acto de justícia divina, no lo puedo asegurar con certeza, pero algo que ni la propia policía llegó a dilucidar son las huellas infantiles de pies mojados alejándose del fallecido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario