El barranco

Confesó que yo era la única persona en quien confiaba y que por eso deseaba que la acompañara en su viaje, lo único que pude hacer después de tantos años sin verla fue abrazarla como antaño mientras ella seguía llorando amargamente. A la mañana del día siguiente comenzamos el viaje, nos montamos en mi coche y nos dirigimos hacia allí. No se oyó una palabra durante el trayecto, y una sensación de ansiedad por llegar lo antes posible, se adueñó de mí, por lo que cometí algunas imprudencias al volante, estuve horas transitando por carreteras secundarias, cuando al pasar cerca de un paraje natural circundado por un enorme  lago, el silencio se rompió durante instante, en el que mi compañera de viaje me rogó que parara un momento, quiso que bajara del coche, y que la acompañara a través del angosto camino que conducía al lago. La cogí de la mano, y juntos bajamos hasta encontrarnos cerca de la orilla, hubo un instante en el que nos encontrabamos frente a un mirador desde el que se contemplaba la llanura bañada por las aguas, en aquel instante, me asomé a la hondonada mientras que dejé de sentir el tacto de su mano sujetando la mía.
Un cuerpo semidesnudo se encontraba allí abajo tendido en un avanzado estado de descomposición, sus ojos habían sido devorados por los pájaros, el cadáver se encontraba desgarrado hasta dejar al descubierto el hueso en muchas zonas, y pese a su estado, sabía perfectamente de quién se trataba.
Sumergido en un estado de inconsciencia, sólo pude oír, mezclada con el viento, una voz de ultratumba que decía "ya estamos en casa", y casi sin poder mover mis extremidades, giré mi cuello, pero lo único que ví a mi alrededor, fueron los matorrales que pueblan el barranco.

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