El anciano



Era un anciano que vivía en una gran casa, sabía mucho de la vida y había perdido la capacidad de ser sorprendido por nada, era un hombre rico y notorio y la fortuna que ganó con sus negocios le había convertido en una leyenda local pero no tenía amigos próximos y vivía solo. Su vida era muy simple; le gustaba fijarse en el humo de su pipa, mientras se abandonaba al silencio y a la soledad, perdido en sus pensamientos. Una mañana, estaba sentado frente la ventana de su sala de estar, la claridad del sol iluminaba todo aquello que atraía su atención, hasta que el cielo se nubló  y apareció un rostro que le observaba desde la calle, en ese momento escuchó el portazo de una puerta y unos pasos recorriendo el pasillo, una sombra apareció de repente y avanzaba lentamente hacia él: era una niña de ojos claros vestida de pura inocencia.
El anciano levantó sus brazos, atónito mientras ella seguía allí, caminando hacia él, durante este intervalo, observó la expresión de su rostro, y sus ojos y comprendió lo que estaba sucediendo: era aquella sombra de su pasado quien regresaba para hacer justicia, la estancia se tiñó de penumbra, un viento gélido se adueñó de la estancia, un profundo silencio pareció extenderse a su alrededor, como si fuese un soplo de viento que atravesara la materia, de repente, tuvo una breve pero muy vívida imagen, de sí mismo en un claro del río, enterrando aquel pequeño cadáver, luego hubo una pausa, y después muchas escenas pasando rápidas frente a él finalmente vió como su cuerpo era devorado por los gusanos, como sus ropas se convertían en trapos y como su rostro dejaba al descubierto los huesos de la calavera.
-¿Es este el final?:preguntó
El fantasma emitió una sonora carcajada, entonces, él comprendió que había llegado su final, y que este era inevitable y corrió hasta desaparecer en la oscuridad.

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