El desafío

Empezó con una simple bala. La colocó cuidadosamente en el cargador, hizo girar el tambor y amartilleó el arma. Ejecutó todo con una tranquilidad pasmosa, como restándole dramatismo a la situación, puso el cañon sobre la frente y apretó los dientes al mismo tiempo que apretó el gatillo; el vértigo de esa primera experiencia disparó su adrenalina, era un equilibrista que había cruzado un cable de alta tensión colgando entre rascacielos sin red de contención. Pero una sombra más oscura que la noche se había ceñido sobre su existencia y lo que empezó siendo un juego terminó convertido en una rutina necesaria dentro de ese mar de inapetencias que era su vida. Cuando el fantasma vino a verme, ya traía el signo inequívoco de la muerte grabado en la frente, impreso en su naturaleza fantasmagórica, llevaba un colgante de sangre y masa encefálica suspendido en la sien y ostentaba esa actitud burlona de los escépticos que se creen más listos que el resto, le di a escoger una carta por pura formalidad, obviamente, se quedó con la única carta que podía elegir alguien en su situación, aquello empezaba a incomodarme, no por miedo, sino porque no es aconsejable permanecer mucho tiempo frente a un muerto por suicídio, puse la carta boca arriba y él se mostró suspicaz, aunque en el fondo yo me di cuenta que la imagen lo inquietaba. Después dijo querer saber cómo iba a morir. Me tomé mi tiempo para contestar porque no sabía qué decirle, él me hizo un gesto obsceno y después desapareció, con esa risa hueca que tienen los fantasmas...

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