Mientras dormía, estuve
deambulando entre lo onírico y lo tangíble hasta que logré despertar,
fugazmente, el lento devenir de mis pensamientos me devolvió la noción de la
realidad, intenté incorporarme pero una fuerza extraña me retenía, intenté
levantar la cabeza pero esta era demasiado pesada, la realidad era una
dicotomía entre lo que sentía y lo que deseaba; el dolor era agudo y punzante
las sienes, de todas formas lo hice aunque hubiese preferido no intentarlo: el
escenario me provocó nauseas al instante: sangre; un pedazo de carne que al
parecer era una mano amputada, tripas esparcidas por todo el suelo: sentí
arcadas pero no podía vomitar porque no tenía estómago.
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