Las dos sombras caminaban
entre la sinuosa vereda del cementerio con paso firme y resuelto, como dos
presidiarios en el patio de la penitenciaría, a su alrededor, el aire se
agitaba embravecido y soberbio, desatando su ira entre los matorrales y los
arbustos inanimados y las hojas imbricadas de los famélicos cipreses.
-¿Porqué hemos venido
hasta aquí?: murumuró Cristóbal- ¿Qué es aquello tan importante que no podías
decirme en el bar, acaso crees que la policía no va a seguirnos hasta el puto
cementerio?
-Calla, se lo que hago: le
susurró indolente Claudio.
El viento, en su quehacer
frenético, se elevaba sinuoso o caía en descenso desde las alturas, y con la
misma energía con que irrumpía, volvía a desaparecer dejando en su lugar una
quietud exasperante
Frente a ellos, podía observarse una fosa recien cavada con tierra amontonada a su alrededor y claramente removida. A la derecha de esta, un agujero rectangular no muy profundo, aunque de tamaño suficiente para albergar un ataud, a Cristobal se le erizó el vello, y miró horrorizado a Claudio. De pronto se sentía helado y contraido, casi incapaz de susurrar lo que azotaba su mente:
Frente a ellos, podía observarse una fosa recien cavada con tierra amontonada a su alrededor y claramente removida. A la derecha de esta, un agujero rectangular no muy profundo, aunque de tamaño suficiente para albergar un ataud, a Cristobal se le erizó el vello, y miró horrorizado a Claudio. De pronto se sentía helado y contraido, casi incapaz de susurrar lo que azotaba su mente:
-¡Eres un fantasma! ¡Ahí
pone tu nombre! ¡Entonces, es cierto que te mataron en aquel atraco,
En efecto, el nombre de Claudio presidía el cabecero de la fosa esperando a ser rellenada, y bajo ella, una breve dedicatoria instando a quien la leyera a no transitar por la senda del delito.
-Bingo: esa es mi tumba: murmuró Claudio -Y aunque no estoy muerto todavía, lo estaré a efectos legales en breve.
Cristóbal notó como una pala le golpeaba la cabeza y con la inercia dió de bruces con el fondo del agujero, la mortífera herramienta aún seguía en el aire dispuesta a rematarle cuando se escuchó un disparo y las potentes luces de unas linternas iluminaron aquel recoveco, seguido por unas palabras filtradas a través de un altavoz que decían.
En efecto, el nombre de Claudio presidía el cabecero de la fosa esperando a ser rellenada, y bajo ella, una breve dedicatoria instando a quien la leyera a no transitar por la senda del delito.
-Bingo: esa es mi tumba: murmuró Claudio -Y aunque no estoy muerto todavía, lo estaré a efectos legales en breve.
Cristóbal notó como una pala le golpeaba la cabeza y con la inercia dió de bruces con el fondo del agujero, la mortífera herramienta aún seguía en el aire dispuesta a rematarle cuando se escuchó un disparo y las potentes luces de unas linternas iluminaron aquel recoveco, seguido por unas palabras filtradas a través de un altavoz que decían.
-¡Detente Claudio, suelta
esa pala, o volveremos a disparar, quedas detenido por atraco a mano armada e
intento de asesinato!
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