Lamia



Su mirada intensa puso al descubierto el lado mas oscuro de mi alma, su voz seductora adormeció mi mente y casi podía bailar ante las notas de sus palabras, sus juegos eróticos despertaron a la bestia lasciva que había en mi corazón y cuando me ofreció aquella copa, no lo dudé ni un segundo y bebí hasta la última gota de líquido, cuando terminé, sentí como si un rayo me partiera en dos, un dolor que nacia desde mi interior me hizo gritar, me estaba consumiendo por dentro, y mientras mi cuerpo se retorcía ella me miraba con rostro impávido. Pasaron varios minutos antes de que me recobrara, jadeando me incorporé lentamente y cuando terminé de levantarme, ví que seguía teniendo el suelo a una distancia cercana, entonces, ella acercó un espejo hasta mí y se inclinó para que pudiera verme reflejado: incapaz de controlar mis lágrimas, me puse a sollozar viendo en lo que me había convertido: mi rostro era una caricatura arrugada de labios resecos y encogidos donde destacaba una nariz larga y puntiaguda, unas orejas anchas y deformes y dos ojos negros, apagados y sin expresión, mi cuerpo había empequeñecido hasta alcanzar el tamaño de un enano; bailaba en el interior de mi ropa y mis extremidades contraidas se movían de forma grotesca, lloré desconsoladamente al comprender en lo que me había convertido la diablesa: en otro más de sus sirvientes, en su permanente, docil y empequeñecido exclavo.

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