El anillo

Ese anillo era lo que necesitaba y lo tenía muy claro cuando la maté para arrebatárselo, pero esa pieza de oro rematada por una roja piedra de rubí, me tuvo forcejeando con aquel dedo y resistiéndose a salir mucho más tiempo del deseado, por eso lo corté.
Gracias a aquel anillo, pude viajar hasta la capital, pagar mi alojamiento y comprarme el traje que necesitaba para presentarme en aquella entrevista de trabajo. Las cosas comenzaron a irme bien y transcurrieron los años.

Llevaba unas copas de más y la penumbra de aquella sala hizo el resto. Había una mujer sentada unas mesas más allá, sola; bajo una luz tenue que convertía en destello la blancura semioculta de su rostro. Ella me devolvió la mirada como pronto pude adivinar; tenía un aire misterioso que me cautivó desde el primer momento. Vestía un sencillo conjunto de encaje negro y llevaba un sombrero de ala corta sobre un fino tocado de pelo; tenía el rostro semioculto por un negro velo de terciopelo.
Alzó una de sus manos enfundadas en largos guantes indicandome que la siguiera y comenzó a caminar hacia la puerta.

Hechizado, la seguí hasta aquel callejón y apretándola contra el muro la rodeé con mis brazos. Aparté la tela que cubría la mitad inferior de su semblante y besé aquellos labios pintados que dejaron en los míos un agrio sabor pestilente. Me aparté asqueado y preso de un súbito mareo al tiempo que arrancaba su mano derecha posada en mi hombro cuyos dedos parecían clavarse en mi piel y cuando lo hice noté un hueco donde debía estar el dedo anular. La blancura de su rostro era maquillaje, y bajo la pintura que embadurnaba su piel asomaba la lívida transparencia de los huesos; la rigidez cadavérica, el frío aliento de ultratumba…
La voz que escuché a continuación, no parecía provenir de garganta humana; era un viento gélido que recorría mis entrañas y silbaba en mis oidos como si procediera de mi propia mente convulsa; de una oscura laguna de mi pasado…

-El anillo es mio…

No hay comentarios:

Publicar un comentario