Vivo atrapada en
el tiempo, condenada a no morir, la eterna juventud plasmada para siempre en
mis más bellos recuerdos, estos son mi mayor tesoro y a la vez mi peor
tormento. Jamás olvidare aquel momento, como olvidar la propia muerte: había
estado allí más tiempo del que esperaba y se había hecho tarde, regresaba a
casa caminando por las calles desoladas cuando noté que alguien me seguía, de
pronto ví moverse una sombra en la oscuridad, mi corazón empezó a latir
desbocado como si quisiera atravesar sus costillas y salir disparado, entonces
ví dos puntos rojos frente a mi; eran las pupilas de unos ojos inyectados en
sangre, mi mente se nubló dejandome como una estatua incapaz de escapar ni de
oponer resistencia, reacción que intensificó el estremecimiento de mi piel al
contacto con dos manos heladas que me atrajeron hacia su cuerpo, mis sentidos
enmudecieron, sentí como todo daba vueltas a mi alrededor y mi mente quedó a
oscuras para no ver lo que tenía frente a mí.
Más tarde, me
hallaba en un hospital rodeada de ese olor característico, mezcla de elementos
químicos y vapores orgánicos, nadie podía explicar lo que me habia sucedido, me
habían encontrado sin apenas una gota de sangre y sin embargo, estaba
recuperando mis constantes vitales a un ritmo vertiginoso.
Un mes más
tarde, caminaba errática por las calles,
con la mirada perdida, sin macula de mi vida anterior, descalza y con las ropas
convertidas en harapos, las escasas pertenencias con las que abandoné el
hospital habían caido en manos de los rateros que rondan los parques, la gente
me miraba con rechazo, tardaba en comprender que ya no era un ser normal, la
luz del día no me molestaba, pero tampoco dormía ni ingería alimento alguno;
había quedado en tierra de nadie...
Una noche,
vagando por el centro de la ciudad, me crucé con una niña que me cautivó con su
mirada, al inclinarme hacia ella, me mordió, la yugular succionando parte de mi
sangre, lo que provocó en mí el enésimo desvanecimiento que experimentaba
durante aquellos días, cuando terminó susurró a mi oido con la voz de una niña
anciana:
-Esto es lo que
tendrás que hacer si quieres sobrevivir, recuerda que ya no formas parte de su
mundo, entre ellos sólo encontrarás desprecio.
Y mientras veía a
la niña alejarse, la muerte regresó a por mí, pero no para llevarme con ella
sino para revelarme los motivos de su desden, a la noche siguiente, me cobré mi
primera presa y dormí durante todo el día.
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