Me sentía mal; mi hígado ya no podía eliminar tanto
alcohol; mis entrañas ardían como una chimenea de carbón. El antro estaba lleno
a reventar y allí estaban todos; llevaban el miedo reflejado en sus caras pero
sus mentes inquietas demandaban emociones fuertes. Intenté escurrir el bulto
pero no pude: me pusieron otra puta cerveza delante y claro: ¿Cómo resistirse?
Cada día que pasaba, subían las apuestas; pero a mí me zumbaban los oídos, y no
era por las voces de afuera sino por aquella vocecilla interior que me repetía
con insistencia:
-No vayas; no les hagas caso: recuerda lo que le pasó
al Gordo. ¿Quieres correr su misma suerte?.
Aquella voz amartilleaba mis sienes; si no hubiese
sido por el dinero, les habría mandado a todos al carajo. Soplaba un viento
glacial y yo me estaba meando encima, pero solo tenía que aguantar un poco. De
pronto, me dí cuenta de que estaba solo; sí: solo y en medio de la vía; ya no
escuchaba a nadie a mi alrededor; ni tan siquiera a ese incordiante Pepito
Grillo de mi conciencia. En aquel momento me pareció oir un ruido de pisadas
detrás de mí, acompañado de una risa apagada. ¿Sería el viento, o alguien me
estaba jugando una mala pasada?.
Nunca debí de girarme por que al volverme de nuevo, ya
casi tenía el tren encima: fue como mirar al Sol de cara, entonces me acordé
del Gordo y de lo que dijo antes de que el tren le arrollara:
-Suéltame…¿Quieres soltarme?. ¿Quién coño me está
cogiendo?. ¡Vamos a morir los dos!.
Yo estaba unos metros mas allá y por mucho que lo
intenté, no pude ver a nadie detrás de él, como tampoco pude comprender porqué
diablos no se apartaba de una vez o saltaba hacia cualquiera de los dos lados.
Pero cuando aquellos brazos me rodearon por detrás impidiéndome cualquier
movimiento, entonces comprendí que yo era el gordo, porque ahora ocupaba su
lugar, y al igual que sucedió con él: iba a ganar todas las apuestas…Quise
gritar pero tenía los labios sellados; fui envuelto por un choque sordo que
parecía provenir del interior de un pozo, la luz de aquellos faros cegadores
estalló entre mis ojos, luego…nada.
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