Dinero, dinero,
siempre más dinero, y ¿Todo para qué? pues para nada, ¿Qué soy yo después de
todo? un muerto en vida, el simple hecho de pronunciar mi nombre ya inspira
temor, nadie se acerca a mí sin otro motivo que el interés, ninguna mujer ha
aceptado mi compañía sin una transacción monetaria por medio, vivo preso de las
apariencias, sólo soy solo una cáscara vacía y sin contenido. El alma ya no
está y mis sentimientos se fueron con ella, y mi corazón tampoco late como el
de un ser viviente, tan sólo se limita a seguir bombeando sangre para que la
maquinaria continúe funcionando; no conozco la caridad ni el afecto, pero hubo
un tiempo en que no fué así, aún perduran en mi recuerdo las sonrisas que
esbozába con otros jóvenes, el calor de una família, el apego hacia mis seres
queridos, pero la promesa de ver cumplidos mis deseos era mucho más fuerte que
cualquier miedo y temor, y firmé aquel contrato por el que vendía mi alma a
cambio de todo cuanto siempre he anhelado poseer, desde entonces, vivo
condenado a vagar sin rumbo como una sanguijuela errante, inmerso en una
profunda soledad; nutriendome del engaño para ganar más dinero y sin tener en
qué gastarlo y hasta que llegue el momento, mi existencia será siempre la más
completa soledad, pues todo lo he perdido a cambio de satisfacer mis deseos y
lo peor es que, por la ambición de una vida plena, ya no tengo sentimientos, no
puedo odiar ni amar, soy tan frío como el marmol de los cementerios, mi corazón
es tan duro como una piedra; vivo de la lógica, y del pensamiento, no conozco
el dolor ni la pena, y por ende no puedo llorar ni tampoco sonreir porque lo he
vendido todo, mi amanecer es el ocaso, el razonamiento es mi alma y el sentir,
los pensamientos; vivo por y para mí.
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