Todo el ambiente estaba húmedo, la temperatura descendía bajo cero, a
nadie en sus cabales se le ocurriría pasear por la ciudad a esas intempestivas
horas de la noche y con un tiempo tan desfavorable, apenas había coches
circulando por las calles, tan sólo los faros furtivos de algún taxi llevando
algún alma perdida con destino incierto, no había indeseables ni prostitutas,
ningún tipo de escoria social del género nocturno que suele frecuentar estos
paisajes, pero algo estaba sucediendo: una silueta, se recortaba a lo lejos
flanqueando los edificios, en su mano derecha brillaba un objeto incandescente;
mas veloz y agil que ella, caminaba la otra silueta que avanzaba a su
encuentro, no tardaron en quedar uno enfrente del otro observándose; el cazador
tuvo que mirar hacia arriba para encararse con su adversario, entonces estiró
el objeto que brillaba en su mano como si fuera una sustancia liquida, y
moldeable, y esta formó un tubo de luz resplandeciente, saltó sobre su presa
cortándola con el arma santa, la criatura pudo sentir el contacto y recordó lo
que antes había sido, entendió que su lugar no era este y que su existencia era
un error; una pugna sin fin entre la parte humana y la bestia, pero mientras su
cuerpo se disolvía, tuvo una ráfaga de lucidez y comprendió que la niebla en la
que se estaba transformando iba a ser desde ese momento su nueva existencia,
consciente e incorpórea.
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