La colina maldita

Era una de aquellas novatadas que suelen gastar los estudiantes en la universidad; consistía en elegir a la victima por su actitud autosuficiente y por su incredulidad ante los fenomenos sobrenaturales, llevarla a una situación límite y hacerle perder los papeles, no les costó mucho dar con ella: en los jardines del campus se pusieron a debatir acaloradamente sobre esos temas y no tardó en acercarse Valeria, una joven que cursaba primer grado de periodismo. Una chica del grupo se percató de su mirada prepotente y se acercó a ella.

-¿Quieres venir con nosotros a la colina maldita y comprobar la veracidad sobre la existéncia de los fantasmas?
-¿Cómo no: buscaba un tema para mi primer reportaje y creo que ya lo tengo: los estragos de la superstición en las mentes inmaduras.

Por la noche, Valeria y el grupo de chicos, subieron a la colina y allí se adentraron en aquel lugar recondito donde nadie se atrevía a adentrarse, uno de ellos, se sacó de la mochila, una ouija y un master, los puso encima de una roca e invitó al resto a ejecutar la sesión. Una chica inició la ceremonia:

-Almas del purgatorio: manifestaos. Yo os invoco desde el mundo de los vivos, hasta la penumbra de los lagos de fuego.

De repente un viento intenso y frío azotó la colina, y una llama procedente del interior de la tierra envolvió a Valeria y la absorvió hacia el interior. Los demás chicos y chicas, se pusieron a correr despavoridos como alma que lleva el diablo.

Meses después, ese mismo grupo volvió al lugar de los hechos y sobre la misma piedra donde tuvo lugar la invocación apareció la silueta incandescente de Valeria, quien proyectó sobre ellos una intensa columna de fuego que fulminó sus cuerpos convirtiendolos en ceniza. Las almas del purgatorio hicieron de Valeria un alma en pena que emerge de los lagos de fuego y quién se atreva a profanar la colina maldita, se verá sumergido en un tormento perpétuo.

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