No vayas



Un sudor frío resbala por mi frente y la sangre se hiela en mi interior cada vez que me enfrento a los temores que me asaltan desde la infancia. Un rugido monstruoso agita mis entrañas, pero las ansias crecen en mí porque he llegado hasta este lugar con el firme propósito de hacer frente a mis miedos. Al final del corredor, hay una puerta con barrotes, imposible de abrir. Intento vislumbrar a través de las tinieblas cuando un gruñido infrahumano emerge desde la profundidad. Entonces aparece la cosa; es un un bulto con forma humana de cuya parte inferior brotan babosas negras que se arrastran hacia el suelo. El miedo se me concentra en el estómago, y lo que sucede a continuación me pone la piel de gallina: tengo a una de aquellas babosas pegada a mi piel, succionando mi sangre. Lanzo un grito involuntario e intento arrancarla de mí. La cabeza me da vueltas y los rasgos viscosos de aquel ser pueden verse por todas partes junto a las larvas, sus asquerosas crías, leprosas y amenazantes. Casi lo tengo delante, agitandose tras los barrotes y de repente, su blando cuerpo, se abre mostrandome su interior formado por rostros desencajados cuyas bocas aullan de tormento. Sin poder evitarlo, caigo de rodillas y el pavor absoluto recorre todo mi cuerpo como una descarga eléctrica; no resisto más y me desvanezco mientras los ruidos del monstruo resuenan a mi alrededor.
Hasta ahora, no he logrado hacerle frente y a quienes han compartido mi experiencia solo me resta advertirles que nunca indaguen demasiado en ese lugar, porque guarda secretos terribles y realidades malsanas que jamás debieran conocer. Haganme caso y enfrentense a los miedos cotidianos desde la propia realidad, nunca intenten luchar contra ellos en los escenarios que nos plantea el subconsciente a través de los sueños porque siempre llevarán las de perder.

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