La criatura



El niño forcejeaba y pataleaba, sacudido por una mezcla de rabia a e impotencia. El corredor desembocaba en una puerta que abrió el hombre para descubrir el primer tramo de escalones que llevaban hacia la oscuridad del sótano. El hombre soltó al niño y de un empujón lo hizo rodar escaleras abajo.
El hombre y la mujer descendieron y se detuvieron a mitad del trayecto. El niño era una figura encogida que yacía doblada sobre sí misma, gimoteando. De pronto se hizo el silencio, fue como si la propia oscuridad cobrara vida, primero se oyeron gruñidos acercandose, luego una masa peluda emergió desde la penumbra, recortandose contra el fondo negro y una especie de boca se abrió dejando dos hileras de colmillos brillantes.
Un terror animal se apoderó del pequeño, las fauces de la bestia se abrían y cerraban con voracidad. El niño apenas pudo procesar en su esquema mental lo que estaba ocurriendo. La locura lo invadió poseyendolo como una enfermedad, haciendo colapsar su sentido de realidad. Y en su lugar sólo quedó un horror ciego y mudo, pero la pesadilla para él duró poco: las mandíbulas, cayeron sobre el cuerpo del niño desgarrando la carne, triturando el hueso hasta que el cuerpo terminó desmembrado en medio de un río de sangre.
El matrimonio contemplaba la escena con frialdad.
-¿Ese era el último? —preguntó la mujer.
El hombre asintió con la cabeza.
El festín estaba llegando a su final cuando el matrimonio dio media vuelta y abandonó el sótano en silencio. Cerraron la puerta despacio, con una sensación de placentera calma en el rostro. Caminaban cogidos del brazo, cuando la mujer pareció desvanecerse. Se echó sobre el pecho del hombre y se llevó una mano a la boca, conteniendo un grito.
-¿Qué te pasa?: gritó el hombre.
La mujer se aferró a los brazos de su marido con fuerza inusitada, clavándole las uñas en la ropa, la cara se le contrajo en una mueca de dolor. Una marea de sangre comenzó a fluir en la zona del vientre. La mujer respiraba con dificultad. Inhaló y exhaló repetídamente. Rugió como una bestia, flexionó las rodillas, lanzó un grito y suspiró profundamente. Acto seguido, una extremidad retorcida y deforme asomó por debajo luego, una a una, afloraron cuatro más, finalmente un bulto palpitante se deslizó hasta el suelo junto con un chorro de líquido viscoso..
La mujer volvió a suspirar, esta vez con alivio.
El hombre observó todo impávido, ni siquiera cuando la mujer vomitó sobre su camisa hubo un gesto o contracción en los músculos de su rostro.
La mujer levantó en brazos al fruto de sus entrañas y se volvió hacia su marido.
-Nuestro hijo tiene un hermanito: dijo en tono maternal.
-Otra boca más que alimentar: murmuró el hombre con resignación, mirando al monstruo retorcerse entre los brazos de su madre, su fisonomía era lo más parecido a un ente cancerígeno dotada de una boca negra con dos hileras de acerados colmillos, y patas de animal. Su llanto estridente comenzó a resonar con insistencia, y sintió que su chillido se le clavaba como cientos de agujas en el cráneo.

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