El día comenzó con una bofetada por parte de mi madre al contestarle
airada, reprimí mis lágrimas y permanecí allí mientras se alejaba por el
pasillo con paso firme. Me encerré en mi habitación hasta que escuché sonar la
bocina del automóvil. Era Cristobal que venía a hablar con mi padre sobre
negocios y traía a su hijo Borja para hablar sobre mi futuro con él.
Frio, dominante y manipulador, logró atar y ajustar todos los detalles a
su deseo establecido, así que esperé a que me llamaran para bajar al salón
principal, descendí por las escaleras con precaución, alzándome el vestido para
no tropezar con él. Sus miradas me seguían desde que abandoné la la habitación,
hasta que me senté al lado de mi padre. Saludé todos y me senté a escuchar la
conversación entre Cristobal y mi padre, hablaban de deudas y aunque no
comprendía lo que decían, supuse que hablaban de mí, ya que todos me miraban de
reojo, examinándome detenidamente.
Mi padre, con un suspiro de resignación agachó la cabeza y asintió, me
abrazó fuertemente ocultando sus lágrimas y me ordenó que subiera a mi
habitación. Borja tenía una expresión victoriosa. Se despidieron y acordaron
fecha para mi boda.
Al cumplirse un mes de aquella reunión, vinieron a recogerme. Cené con
mi nueva família, me bañé, estrené ropa nueva y dormí en mi alcoba. Borja
intentó abrir la puerta, lo escuché forcejeando con el pomo, pero yo había
echado el pestillo.
Llegado el día de la boda todos asistieron, tanto mis familiares como
los suyos, escogieron un hermoso vestido blanco para mí, debo admitir que me
encantó, estuve mirandome al espejo y perdí la noción del tiempo hasta que
vinieron los criados y me sacaron a rastras.
La fiesta se prolongó durante todo el día. No cesaba de llegar gente con
regalos, presentando sus respetos a mi suegro, hubo un baile con orquesta,
actuaciones en vivo. Era medianoche y seguíamos allí sentados alrededor de las
mesas comiendo y bebiendo y buscando hueco en nuestros estomagos repletos
cuando las luces se apagaron de repente, y un enjambre de balas atravesó las
ventanas. Me quedé allí, paralizada mientras cundía el panico a mi alrededor.
Entraron por las puertas y ventanas, masacrando a todos sin excepción, pero por
alguna razón, aquellos hombres no me mataron, solo miraron mi rostro
boquiabierto, dieron media vuelta y se marcharon. Mi vestido estaba manchado de
sangre y mi cabello caía sobre mis hombros, toda la mansión estaba hecha un
caos, la fiesta había terminado así que era hora de limpiarlo todo antes de que
los invitados se fueran.
A la luz de la luna limpié toda la sala como siempre me han enseñado,
tuve mucho cuidado en recoger los restos de comida, los cristales rotos y
fragmentos de vajilla. Cuando al fin terminé
fuí arrastrando a los invitados hacia el patio trasero, luego fuí a la
cocina a por pañuelos y cubos de agua con detergente y retiré los restos de sangre
con cuidado, quería que todo quedara limpio y ordenado antes de retirarme, y
cuando al fín hube terminado, me puse mi pijama, y subí a mi habitación.
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