Llegué a casa cuando apenas había caído la noche, esperando poder
olvidar la experiencia de las horas pasadas. La razón de mi inquietud se debía
a que había entrado en una pequeña iglesia que estaba casi oculta entre las
calles del centro de la ciudad buscando un lugar a resguardo de la llúvia.
Después de unos cuantos minutos caminando entre las sombras y el polvo del
lugar, escuché un ruido que parecía provenir del fondo de la iglesia. Mi
primera reacción fué dirigirme al encuentro del mismo, confiado y lo que vino a
continuación fué una experiencia confusa, desordenada, de aquellas que hacen
dudar sobre la propia salud mental.
Abrí la puerta de casa y Justo al cruzar el umbral, una bocanada de aire
cerró la puerta con gran fuerza. De inmediato me dirigí a mi habitación, pulsé
el interruptor de la luz y con gran asombro vi toda la habitación revuelta, la
ropa de la cama tirada por el suelo, los armarios abiertos y todo su contenido
disperso, alguien había estado en mi casa. Fuí hacia el salón y al llegar ahí,
me pareció ver una silueta humana. Cuando logré encender la luz, vi que la
silueta pertenecía a la misma figura que había encontrado en la iglesia. Al
igual que ocurriera horas atrás, corrí con todas mis fuerzas hacia la puerta, y
en ese instante las luces se apagaron solas. Percibí el sonido de unos pasos
acelerados siguiendome a través del pasillo y cuando casi había llegado a la
puerta tropecé y caí al suelo, entonces comencé a oir algo a mis espaldas,
parecía un coro de susurros modulados por el propio aire. Cuando pude
incorporarme, creí que era demasiado tarde, pero nuevamente, tal como sucediera
horas atrás en aquella Iglesia: algo o alguien se interpuso entre yo y aquellas
presencias y abrió la puerta, para que yo, con mi último resuello, pudiera
emprender la huida.
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