Hija mía



Al despertar y verla en ese recipiente, mi corazón se rompió en mil pedazos. Lloré hasta quedarme sin lágrimas y contemplé mi vientre hinchado por la inflamación que produjo la salida prematura de su pequeño cuerpo indefenso.
Dejarla ir fue doloroso, pero mas lo fue verla marchar a bordo de aquel pequeño féretro blanco rumbo hacia el interior de la tierra. Ya no volví a sonreír pues mi alegría había muerto con ella y mis ganas de vivir yacían enterradas en el camposanto. Ya no me quedaba nada...
Y de repente...milagro: volví a ver a mi hija, sentada en la alfombra de su habitación, y entonces lo supe: dios me había concedido una segunda oportunidad. Había transcurrido un año desde entonces y mi marido parecía no querer reconocerla, decía que estaba consternada y que necesitaba ayuda. Los días pasaban y mi hija crecía pero nadie quiere verla; mis padres, mi marido, mis amigos decían que me había afectado su muerte, que no quiero dejarla ir, ¿Pero como dejarla ir si ella estába allí conmigo?.
Discutí con mi marido, me dijo que si no abandonaba ese juego me internaría en un psiquiátrico. Nadie quería estar cerca de mí, abandoné mi trabajo, dejé de salir con mis amigos, ya nada me importaba salvo estar con mi hija. Me encanta jugar con ella,  ella lo es todo. Ya camina, y juega con mi marido, corre detrás de él deteniendose cuando él se para, pero él insiste en decir que es solo una fantasía. No entiendo porqué reniega de ella siendo una niña tan hermosa...
Ahora estamos solas ella y yo, no necesitamos a nadie más. Aquí,donde vivimos, el lugar es amplio y luminoso, quizás no sea todo lo cálido que se espera de un hogar, debemos compartir nuestro espacio con desconocidos, pero al menos, nadie me llama mentirosa ni duda de mi palabra, tenemos un jardín donde podemos pasear una hora por la mañana y otra al caer la tarde. Le leo cuentos y hacemos dibujos juntos, todo cuanto pido es que no nos vuelvan a separar, sólo quiero estar con mi hija, aquí o donde sea pero para siempre...

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