Alerta



Desde edad muy temprana he fantaseado con los zombies, planeando como sobrevivir a una epidemia, qué tipo de arma usaría, y cómo protegerme de ellos.  Era divertido imaginarme todo eso en la tranquilidad de mi casa, pero cuando llegó el día, no estaba suficientemente preparado porque siempre lo había visto como un juego, tuve que aprender sobre el terreno.
Las primeras evidencias llegaron por televisión, personas que atacaban a otras con excesiva violencia y sin motivo aparente. Las imágenes mostraban peleas multitudinarias, actos de vandalismo. Se hablaba de una especie de secta que intentaba causar el caos. Lo que las noticias no contaron es que quienes causaban aquellos desordenes habían dejado de ser humanos.
Supe lo que sucedía cuando lo pude ver con mis propios ojos. Salía de mi casa cuando encontré al padre de mi vecino caminando entre espasmos y jadeando. Ví cómo se palpaba el corazón con fuerza mientras alzaba su otra mano hacia mí. Sin pensarlo dos veces, cogí la espada que colgaba en la pared del salón y hundí el filo en su cráneo. Una vez que mi instinto de supervivencia tomó el control el resto fue muy fácil. Cogí agua, víveres y todo lo que pudiera usar como arma, recogí toda la ropa que tenía, salí por la puerta y me dirigí al coche pensando un plan para aislarme en la montaña. Sabía que nunca volvería a ver a mis padres. Ellos estaban de viaje, confiados e incapaces de saber lo que iba a sucederles, lo que me hizo desahogar mi llanto por ellos.
Tras ese paréntesis, arranqué el coche y emprendí la huida a toda velocidad. Era Domingo y las calles estaban desérticas a excepción de varios zombies tambaleantes  a quienes arrollé sin detenerme. Me dirigí al norte, evitando las autovías y buscando algún sitio donde dormir.
La primera noche dormí en una iglesia tapiada.  A la mañana siguiente reemprendí el camino, la gasolina escaseaba y cuando el coche se detuvo, tuve que cargar con lo indispensable, desde entonces continué a pie, buscando donde refugiarme y matando a todo aquel que se cruzaba en mi camino.
Desde la ventana, puedo ver las patrullas de policía que rodean mi escondite, llevan horas avisandome a través de los altavoces y diciendo que debo entregarme sin oponer resistencia, hasta han traido a alguien con una voz identica a la de mi padre para confundirme, pero yo les he tomado la delantera por que he aprendido a pensar de forma diferente y a ser creativo; dispongo de armas y víveres en abundancia y he bloqueado todas las entradas. Permaneceré aquí observando y cuando ellos den el primer paso, actuaré en consecuencia.

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