Desde la lejanía puedo ver un animal en movimiento. Me acerco lentamente
y, a medida que avanzo me voy percatando de sus formas: su piel está
completamente escamada, su pelo, es como un enjambre de larvas retorciendose
sin parar y su cabeza es la calavera reseca de un equino. Horrorizado por la
visión, emprendo la huida recorriendo el camino que me condujo hasta la gruta.
Me adentro a través de ella esperando encontrar cobijo cuando un nuevo y
escalofriante hecho sacude la fragilidad de mis esquemas: las paredes de la
cueva parecen compuestas de un material organico en cuya superfície palpita un
tejido blando de insectos, gusanos y larvas verdosas retorciéndose y
superponiéndose como capas de gelatina. Siento un hormigueo bajo mis pies. Esas
pequeñas aberraciones se mueven sin parar ocupando todo el espacio visíble,
camino sobre una superfície viscosa. Esto es demasiado para una mente tan débil
como la mía. Quiero volver a casa, no quiero permenecer aquí por más tiempo,
¿Esto es un sueño, verdad? Basta, sea cual sea la lección, ya la he aprendido.
Dejad que me vaya...
Me levanto, desayuno en silencio. Mi mente sigue alterada por la
intensidad de la experiencia vivida. Me duele el pecho, me cuesta respirar, me
levanto, no sin cierta dificultad y acudo al baño, me quito la camisa y miro mi
pecho al descubierto...esto no puede estar pasando, esto no es verdad...
Frente al espejo, puedo apreciar lo que parece una masa de gusanos
retorciendose bajo mi piel. Salgo del baño, voy a la cocina y regreso cuchillo
en mano dispuesto a abrirme el pecho para arrancar la blanda presencia que me
devora por dentro.
Al situarme nuevamente frente al espejo me doy de bruces con una nueva
aberración que excede mi capacidad de aguante: donde debería estar mi cabeza,
hay una calavera traslúcida.
Mi reacción ante esto es volcar toda mi rabia y desesperación contra el
espejo que salta en mil pedazos, dejando un hueco en la pared tras el que puedo
vislumbrar una sala oscura donde se distinguen las siluetas de varias personas
observandome con atención. Lo siguiente que recuerdo antes de perder la
conciencia son unos brazos inmovilizandome por detrás y el pinchazo de una
aguja hipodermica vertiendo su fluido adormecedor en mis venas.
Un sonido, como un pitido, resuena en el vacío silencioso de mi cerebro.
-Señor, lamentamos comunicarle que el experimento ha resultado fallido,
nuestro sujeto no responde al tratamento. En lugar de controlar sus emociones,
tiende a desarrollar un cuadro de psicosis paranoide con tendencias suicidas.
Deberemos cambiar la medicación o buscar otro voluntario ya que este nos está
dando demasiados problemas.
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