Hacía muchos años que no
tenía noticias de mi amiga, todo lo que sabía de ella es que se había retirado
a vivir en el campo y que vivía alejada del mundanal ruido, por eso me inquietó
la carta que recibí de ella instandome a acudir en su ayuda. Inmediatamente
cogí mi coche y después de circular durante toda noche a través de largas
autopistas, y oscuras carreteras comarcales, se hizo el día, y con él me
encontré en una carretera sin asfaltar en medio de un bosque sin ningún letrero
indicador. Finalmente, encontré el lugar, no resultó facil pues la carretera
llegaba a un punto muerto y la casa estaba casi oculta entre los árboles y la
maleza. Dejé mi coche allí aparcado y me dirigí hacia la entrada, extrañamente,
no necesité llamar a la puerta, esta cedió sola con un ruido quejumbroso.
Recorrí cada estancia de aquel caserón sin que nadie saliera a mi encuentro, no
tardé en llegar hasta unos escalones de piedra que llevaban a una estancia fría
y oscura, una vez allí, vi que había un pequeño interruptor que accioné, y de
inmediato, el lugar se llenó de luz. Lo que vi allí me dejó anonadada, pese a
todo, había algo que atrajo poderosamente mi atención, tenía la necesidad
imperiosa de saber quien era la mujer que estaba sentada de espaldas cara a la
pared en aquella lóbrega mazmorra, y cuando lo descubrí, ya era demasiado tarde
para dar marcha atrás.
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