Cloc, cloc



Cuando el matrimonio marchó, la joven niñera se dispuso a dar de cenar a los pequeños y acostarlos, estos le pidieron que les contara un cuento, esta improvisó un par de historias en las que aparecían príncipes y princesas y los niños no tardaron en dormirse. La joven, satisfecha, los arropó y con sumo cuidado y salió de la habitación con sigilo, cerrando tras de sí la puerta.

Pasaron las horas y la chica se quedó dormida en el sofá. Sobresaltada se despertó, pues estaba sonando el teléfono que se encontraba en un rincón, cerca de la lámpara, descolgó el auricular pero nadie contestó, transcurrido un tiempo colgó el auricular y sin darle mayor importancia a este hecho, se dirigió hacia la cocina para prepararse un bocadillo. Se encontraba sosteniendo la puerta de la nevera y mirando con curiosidad hacia su interior cuando volvió a escuchar el timbre del teléfono y de nuevo salió corriendo hacia el salón para responder, pero tampoco esta vez se escuchó nada al otro lado, la muchacha empezaba a sentirse alterada; preguntaba incesantemente ¿Diga, diga? pero nadie contestaba. Finalmente se volvió a cortar la comunicación pero al poco rato sonó nuevamente el teléfono. Rápidamente lo volvió a coger y formuló la pregunta de rigor sin obtener respuesta, aunque esta vez escuchó un sonido peculiar: se escuchaba como un goteo de agua constante. Atónita soltó el teléfono y retrocedió unos pasos; no entendía qué estaba pasando. Nuevamente volvió a sonar el teléfono, esta vez tardó más en cogerlo pues temía lo que pudiera escucharse desde el otro lado; finalmente lo descolgó y se lo acercó poco a poco al oido como intuyendo lo que iba a oir: cloc, cloc... esto es lo que oyó. Aterrada tiró el auricular al suelo con rabia y le gritó de forma histérica al aparato: ¿Quién es?, ¿Qué es lo que quiere? pero el teléfono sólo respondía cloc, cloc... De nuevo lo volvió a colgar entre sollozos, pero éste volvió a sonar una vez colgado, la muchacha aterrada ya no se atrevió a descolgarlo; decidió ir a buscar a los niños y largarse con ellos a buscar ayuda: subió corriendo la escalera que llevaba al cuarto de los pequeños mientras por toda la casa resonaba incesante el timbre del teléfono.

Abrió la habitación de los niños pero ellos no se encontraban allí, el pánico se apoderó de ella y comenzó a gritar enloquecida rogando que parase aquel sonido pero éste no cesaba, comenzó a correr por toda la casa registrando cada una de las estancias sin éxito; los niños no aparecían por ninguna parte, sólo le quedaba buscar en el cuerto de baño: entró empujando bruscamente la puerta y allí estaban: sus ojos desorbitados no podían creer la escena que estaban contemplando: allí estaban las dos criaturas, flotando sin vida sobre el agua.

Años más tarde, la joven acabó con su vida arrojándose por una de las ventanas del centro psiquiátrico donde había sido internada. Los medícos que trataban su dolencia habían logrado que recordara un hecho que ella había borrado de su memoria y cuyo impacto emocional alteraba su noción de la realidad: meses antes de ofrecer sus servícios como niñera se encontraba bañando a su hijo recien nacido cuando sonó el teléfono, ella dejó al pequeño en la bañera y se fué a responder, se quedó hablando por teléfono distraida y se olvidó del pequeño. Cuando terminó la conversación, se percató subitamente de la irresponsabilidad que había cometido y corrió velozmente hacia el cuarto de baño pero ya era tarde: su hijo yacía sin vida flotando en la bañera y esta rebosaba por los bordes con un chorro constante que al golpear contra el suelo producía el mismo sonido que había quedado grabado en su mente: cloc, cloc...

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