Iba con mis padres cogida de la mano cuando vi apoyada en la pared a
una anciana, era evidentemente una mendiga, su cabello era grís y enmarañado,
sus ojos estaban hundidos y sus ropas eran harapos desgarrados y mugrientos. Su
expresión quedó grabada en mi mente, yo intenté sostener su mirada y ella se
levantó, como si fuera a decirme algo. Nosotros seguimos nuestro camino y ella
fué quedando atrás, hasta desapareder de mi vista. Cada cierto tiempo, veo a la
anciana por las calles. Cuando estoy en el autobús la veo y deseo con todas mis
fuerzas que ella no sepa que la he visto...una cara jamás se olvida; yo no he
olvidado la suya, y dudo que ella haya olvidado la mía.
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