Te espero en el río

Agonizaba lentamente el día cuando regresaba de la facultad y le costaba horrores reanudar la rutina grís de lo cotidiano; era tan reciente la sensación de su último encuentro con él que le costaba asimilar aquel súbito vuelco del destino, y cuanto más lo pensaba, menos le culpaba a él por la decisión que le condujo a trepar hasta lo alto de aquel puente y arrojarse al vacío y más se culpaba a sí misma por no haber sabido predecirlo, conociendo su naturaleza afligida y su caracter atormentado. Torpemente sacó las llaves de casa y se quedó inmóvil, tanteando entre temblores con el hueco de la cerradura, así permaneció durante varios segundos hasta lograr que la puerta cediese ante ella.
Entonces recorrió el pasillo como una exhalación sin detenerse para saludar a sus padres, que se encontraban en el salón viendo la talevisión, entró en su dormitorio y cerró el pestillo tras de sí, ya les tenía acostumbrados a este tipo de reacciones, y cuando llegaba a casa sin mediar palabra, no solían molestarse ni en llamar a su puerta para preguntarle si pensaba cenar o no. Desvanecida, cayó sobre su cama para hundir su rostro entre las manos y sollozar lo más silenciosamente posible para no alertar a sus padres.
Cuando finalmente se hizo el silencio, la casa parecía una tumba, daba la sensación que las estancias se encogieran a su alrededor y cuando la fatiga comenzó a apoderarse de ella, se echó el edredón encima, tapándose parte del rostro. Cuando cerró los ojos percibió un olor masculino y profundo y olerlo le hizo quedarse dormida.
El sueño era intranquilo e inconexo. En su fantasía aparecía el pasillo de su casa aunque cambiado. En el fondo del pasillo se insinuaba la forma difusa de una puerta, comenzó a caminar hacia ella y poco a poco fué acortandose la distancia que la separaba del final del corredor, pero una luz llamó su atención: era la luz grisácea que emanaba por debajo de la puerta. Cuando casi estaba frente a ella, escuchó la voz de él diciendole: "Ven, te espero en el río"

Cuando despertó, estaba en su cuarto, tumbada bajo el edredón. Todo parecía igual que antes de dormirse aunque había una diferencia: había entrado en contacto con él aquella certeza la catapultó de la cama y salió sigilosamente por el pasillo oscuro de su casa, cuando llegó a la calle iba sólo con lo puesto y unas monedas para coger el autobús nocturno que le conduciría hasta el puente, justo a las afueras de la ciudad.

Cuando finalmente bajó, en la fatídica parada, apenas distinguía nada a través de la oscuridad y de la niebla que flotaba sobre el agua negra del canal, esperó pacientemente apoyada en la barandilla, pero él no venía, había un silencio sepulcral que helaba la sangre y la unica luz provenía de un farol amarillento.

Justo cuando se disponía a marcharse, escuchó un fuerte gemido a su espalda que le hizo girarse sobresaltada, pero al hacerlo no vio a nadie; lentamente se asomó a través del puente, pero solo pudo ver como el agua formaba ondas circulares, como si alguien o algo fuese a emerger del fondo, entonces notó como algo le sujetaba la espalda empujandola al vacío, quería gritar pero el pánico amordazaba su boca, su cuerpo cayó al agua chocando violentamente contra la superfície líquida. Agitada por el frío, trató desesperadamente de nadar hasta la orilla pero algo debajo de ella le sujetaba las piernas y tiraba de ella hacia el fondo, la vida se le escapaba a medida que el agua penetraba por la boca y por sus fosas nasales encharcando sus pulmones, finalmente, después de un forcejeo inútil, el silencio y la oscuridad la envolvieron para siempre.

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