Mientras me secaba la cara frente al espejo, tuve un extraño
presentimiento que me obligó a bajar la mirada y no tuve valor para mirar otra
vez; tenía miedo de mi propio reflejo, no podía hablar, recuerdo que intenté
hablar pero no vocalizaba nada inteligible, sentí como el vello de mi nuca se
erizaba y que mi piel se crispaba. No se cuanto tiempo transcurrió hasta que
logré recobrarme, pero cuando me miré nuevamente el espejo, lo que vi fue mi
rostro pálido y demacrado, como si no hubiera dormido en días. Acto seguido,
salí de ese cuarto,y así como había llegado el miedo, se fue. Durante días
estuve preguntándome a mí mismo qué había sido aquello. Creo que con el tiempo
he logrado obtener algo parecido a una respuesta: ¿Alguna vez habéis tenido la
sensación de no reconocer el rostro que asoma desde el otro lado del espejo?
Pues eso fue lo que me sucedió a mí: durante un instante, pude vislumbrar la
realidad que nos acecha desde el otro lado.
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