Tenía que dejar a su hija sola en casa y un oscuro presentimiento la
torturaba por dentro, pero como no podía dejar su trabajo ya que era su único
sustento decidió marchar. La pequeña, asustada, se fué a dormir temprano
deseando que pasara el tiempo sin darse cuenta. Al poco rato, sonó el teléfono
despertandola de sobresalto y levantó el auricular con la esperanza de escuchar
la voz de su madre: pero nadie contestó. Desilusionada y contrariada colgó el
teléfono y volvió a la cama encogiendose bajo las sábanas para olvidar lo
ocurrido. Pero al poco rato volvió a sonar el teléfono y cuando llegó descalza,
de puntillas para descolgarlo, un sonido que vagamente recordaba al timbre de
voz de su madre respondió:
-Adiós hija, te quiero
De pronto llamaron la puerta con insistencia y temblando de miedo se
apresuró a abrir pero cuando salió, encontró el cuerpo de su madre en el suelo,
totalmente desgarrado y con las piernas partidas y grotescamente torcidas hacia
ambos lados. Incapaz de resistir la impresión de aquello, cayó desmayada
perdiendo el conocimiento y cuando despertó, estaba siendo tratada en un centro
de acogida. Aunque los médicos se esforzaron en ayudarle a superar su
traumática experiencia, ella no dejaba de soñar con esa voz que repetía una y
otra vez:
-Adiós
hija, te quiero
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