Y entonces...




Llevaba noches oyendo ruidos extraños en el piso de abajo. Estos resonaban como si una horda de seres extraños y grotescos estuviesen susurrando y burlandose de él a escondidas y aunque sabía que esto no podía ser posíble, no se atrevía a bajar y comprobarlo por sí mismo, lo cual agravó su estado de inquietud hasta niveles insoportables, y esto le llevó una buena noche a dejar de lado sus miedos y aventurarse a través de las escaleras. Lo que encontró al llegar abajo, no fue sino su propio destino encarnado en una marejada de ultratumba, cuyas risas malditas ahogaron los gritos y los alaridos del infeliz aquélla nefasta noche en la que su alma fue arrastrada al infierno como debió haber sucedido tres noches antes mientras fallecía en su lecho.

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