Pueblo maldito



En esas noches de niebla cuando se oye el aullido de los lobos y el pueblo se encierra, los angeles de la noche andan en procesión dejando tras de si un largo rastro de fatalidad y penuria. El pueblo fue condenado cuando sus habitantes murieron entre estertores producidos por los espectros andantes que llamaron a sus puertas en esa madrugada de cielos estrellados.
Cuando las tropas del gobernador tomaron el control de la situación, siguieron las ordenes estrictas de su emisario y amontonaron los cuerpos en una fosa prendiendoles fuego, era necesario frenar la epidemia que estaba devastando la comarca.
Llega un extraño la vispera de la tragica noche y deambula de puerta en puerta pidiendo cobijo, nadie quiere acogerle. Encogido de frío, decide dormir al raso, a medianoche, los cuerpos ardiendo lo atrapan envolviendolo entre las llamas. Su piel se derrite, los vecinos miran agazapados a través de sus ventanas y rezan para que la noche se lleve a esas almas malditas.
El viajero se retuerce de dolor, sus gritos ahogados se pierden en la oscuridad, su piel se carboniza, mientras su cuerpo abierto derrama sus tripas, las almas se alejan con el primer destello del alba llevandolo al infierno. Su alma incandescente volverá en la próxima noche de muerte.

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