Una tarde de Lunes,
decidí ir al cementerio a visitar la tumba de mi abuela. Iba al lugar con
frecuencia para sentirme más cerca de ella. Sin darme cuenta llegó la noche y
me encontraba todavía, allí sentada. Recorrí el lugar en busca de ayuda,
pero ya no había nadie allí dentro. Desesperada, corrí hacia la entrada
principal y me puse a gritar pidiendo ayuda. Pronto, el aire se llenó de
sonidos y de voces que no procedían de este mundo, sentía pasos detrás mío,
aunque no me atrevía a mirar. Temblaba; había vuelto a suceder...entonces, de
mi boca salió el nombre de mi abuela, y dos segundos después, ella se encontraba
frente a mí sosteniendo el portón abierto. La miré, ella me sonrió y se marchó.
Existe gente en los manicomios a los que se les llama locos, cuentan
experiencias increíbles sobre presencias del más allá y la gente suele burlarse
de ellos. Yo soy una de aquellas personas.
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