La puerta al Infierno

Durante una noche de fiesta y borrachera, alguien propuso un reto consistente en ver cual de ellos era capaz de pasar una noche entera en ese inhóspito pasaje donde nadie se aventuraba a adentrarse. Él aceptó el desafío sin titubear y ahí estaba, maldiciendose a sí mismo y a su ímpetu irreflexivo.
La oscuridad de la noche parecía engullirlo todo, el viento ululaba entre las ramas desnudas de los escasos árboles de troncos resecos; esta era la única vegetación que subsistía en ese paraje junto a bloques de rocas peladas, sin vestigio de vida animal, de pronto, un aullido procedente de los más recóndito hizo que su corazón diera un vuelco Del suelo emanaba una bruma maligna que envolvía todo el paisaje, perfilando un lienzo de sombras oscilantes y extrañas siluetas que llenaban su mente de miedos infantiles. Un grito espeluznante recorrió el paisaje retumbando en sus tímpanos. El joven dió un salto hacia atrás mientras un coro de gritos y aullidos se sucedían como si una jauría de seres endemoniados emergieran del submundo; una orgía delirante de sonidos y sombras demoniacas bailaban en círculo a su alrededor, el joven sintió como empezaba a perder el control de sus pensamientos; antes de que pudiera reaccionar, la locura se había apoderado de sus sentidos, y como un loco echó a correr hacia ninguna parte hasta que acabó rodando por las escarpadas rocas.
Cuando la noche se desvaneció disipandose la neblina, el páramo amaneció en silencio con la única excepción de un débil y lejano lamento de origen ignoto, durante varios días sus amigos buscaron su rastro sin éxito y pese a las busquedas posteriores, sigue sin conocerse su paradero, pero cuando se acerca la noche y la tierra expulsa las almas atormentadas de sus entrañas, pueden distinguirse las voces de quienes se atrevieron a desafiar su suerte adentrandose a través del páramo.

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