Pensó que era una broma
pero siempre se arrepentirá del momento en que cometió el acto: escribió su
nombre en el espejo del cuarto de baño y concentró su vista en el cristal
mientras lo repetía una y otra vez. Al rato apareció ella desafiando su
incredulidad y su sentido común: era pelirroja, tenía el pelo mojado y los ojos
sin pupilas, el cuerpo lo tenía cubierto de suciedad y la piel grisácea como si
se hubiese podrido en un estanque; sólo podía verla a través del espejo, si se
giraba, sólo veía la puerta entreabierta detrás de ella, pero si volvía la
vista al cristal, podía ver como ella se acercaba por detrás llevando las manos
hacia su cuello. Desde entonces, no deja de atormentarla.
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