No podré olvidarlo
nunca: estando de vacaciones, conocí a una niña que me invitó a jugar en el
río. Estuvimos ahí durante toda la mañana, nadando y chapoteando, hasta que
llegaron mis padres y tuve que despedirme de ella. Al día siguiente, la niña me
volvió a llamar y fuimos a jugar de nuevo. Estaba muy feliz al principio, pero
al rato, ví como empezaba a llorar, cuando me acerqué para consolarla salió
corriendo y mientras se alejaba, ví que tenía una herida profunda en la cabeza,
locual me extrañó mucho. Al día siguiente volvió a llamar a la puerta, le abrí
y dijo que había venido a despedirse, me pidió que le diese un regalo para
acordarse de mí y yo le dí una baratija que colgaba en mi muñeca, ella se ató
la pulsera y marchó. Esa misma noche soñé con ella y la ví jugando en el río,
pero estaba en el lugar y en el momento equivocado: tuvo que defenderse y huir,
y en su huida, resbaló y se golpeó la cabeza con una roca, de tan mala fortuna
que murió. Si la ves, no la rechaces, necesita una amiga con quien jugar porque
todavía es una niña.
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