No se sentía parte de su
entorno, su mirada furtiva y sus ojos extraviados miraban sin ver, su mente un
caos sereno de lágrimas congeladas, solo era un cuerpo vacio que deambulaba por
las calles, sus amigos la abandonaron y sus padres se desentendieron de ella.
Día a día iba consumiendose a sorbos ansiosos y prolongados. Un día, el hedor
despertó la curiosidad de los vecinos y forzaron la puerta, al entrar todo
estaba oscuro, ella estaba en su cama. Su rostro miraba fijamente al techo, sobre
su cómoda, un frasco de pastillas y a un lado, un papel garabateado que decía:
"vivir es despertar de un sueño"
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