El vividor


Siempre he tenido lo que he querido, sin importar de qué se trate, o cuál sea su valor. No hace mucho: encontré una belleza del mundo de la pasarela y logré llevarmela conmigo. Disfruté los días plenamente sin preocuparme por nada ni por nadie. Pero como todo en la vida tiene un final y la chavala comenzó a aburrirme de un día para otro, rompí con ella sin importarme lo mucho que decía quererme. Después de unos meses de haberla dejado me enteré de que ella se había quitado la vida con barbitúricos. Ni tan siquiera asistí a su funeral, ¿Para qué? pienso que la vida es presente y no hay que preocuparse por lo que vamos dejando atrás. De esto ha pasado ya un año y la vida sigue viento en popa. Podría decirse que he cumplido todos mis deseos y he logrado todas las metas que me había propuesto alcanzar en la vida. Mañana me casaré con una mujer acaudalada con la que tendré mi vida resuelta. Si pudiera hacer callar a esos malditos perros que llevan aullando toda la noche, entonces todo sería perfecto. Es curioso, pero en una ocasión oí decir que cuando los perros aullan así es porque pueden ver a los difuntos que continuan pegados a este mundo y que sólo podrán abandonarlo cuando logren terminar lo que dejaron pendiente en vida. Claro que yo nunca he creído en eso, pues son puras supersticiones sin fundamento...
Acabo de oir como golpean repetídamente en la puerta de casa, justo como hizo ella el día que me dió por empaquetar todas sus cosas y dejarlas en el rellano, pero...esto es imposible. Ella está enterrada, pero la puerta se está abriendo y alguien aparece detras de ella. Es...¡No!

No hay comentarios:

Publicar un comentario