Ella había sido mi compañera
durante mis ultimos años de soledad, pero ahora debía enterrar su fino cuerpo
de látex y enterrarlo en un agujero profundo, lo suficientemente grande como
para dar cabida a un cadaver, sólo de éste modo su alma podría descansar en
paz. Así que agarré a la dichosa muñeca de los pelos y pala en mano me dispuse a buscarle un lugar
apropiado. Atravesé el gélido bosque hasta llegar a un claro y dejando la
muñeca a un lado comencé a cavar. Por suerte, la tierra estaba húmeda por el
abundante rocío que la había ablandado y no tardé mucho tiempo en cavar un gran
pozo. Cuando terminé, agarré a la muñeca que había permanecido inmóvil todo el
tiempo y la arrojé adentro. Cargué un montón de tierra con la pala y comencé a
llenar el pozo, pero algo me detuvo. Un dolor indescriptible me paralizó, algo
frío y agudo había penetrado en mi espalda, sentí que sus pulmones se
encharcaban de sangre. Tosí y de mi boca brotó un líquido viscoso. Perdí el
equilíbrio y mi cabeza se hundió en la tierra húmeda y removida, estaba boca
arriba junto a la muñeca que enigmáticamente, tenía tambien la nariz y la boca
empapadas de sangre.
Aún con el dolor que estaba terminando con mi vida y la tos sangrienta que me
ahogaba, tomé fuerzas para saber lo que había sucedido: una raiz puntiaguda y
en forma de estaca había atravesado a la muñeca por la espalda.
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