El payaso



Abres la puerta intuyendo su presencia y su rostro pálido y sin vida se te clava en tu mente. Su pelo rizado color calabaza, su nariz redonda como una ciruela y su maquillaje sonrosado, parecen ocultar un rostro petreo de rasgos gélidos. Tiene una expresión de burla permanente con aquella sonrisa dibujada en el trazo curvado que rodea su boca, y eso despierta en mi un odio y un temor enorme hacia ese ser, en aparencia infantil con la misión de alegrar y robarte una sonrisa, pero en realidad, se que tras aquella pose artificial se oculta la peor de las maldades, aquella que tiene la inocencia como disfraz.  Noches en vela he pasado, intentando sostener la mirada en torno a los ojos de aquel muñeco...pero ha sido imposible. ¿Qué hace? ¿Sigue quieto? ¡Que no se mueva, por favor!...Hasta tal punto puede llegar a adueñarse de tu voluntad que llegas a soñar con él. Pero llega un dia, en que abres la estantería y su mirada pálida ya no te asusta, lo agarras de esa ridícula cabellera de caracolas y lo expulsas de tu cuarto, dejandolo en el portal, junto a las basuras. Tardas en olvidar su imagen, pero el tiempo todo lo cura y lo que antes te asustaba, ahora te produce risa. Pero es tanta la influencia que ese diablo ha tenido en mi infancia, que ahora no soporto ver a la gente disfrazada de payaso, ni tan siquiera puedo ver un  rostro pintado sin estremecerme.

No hay comentarios:

Publicar un comentario