Los relámpagos estremecen
la noche, la tierra forma blandos montones que saltan desde el agujero
siguiendo el vaiven acompasado de la pala. El agujero se va ensanchando,
desplazando la tierra desde la profundidad del hoyo al túmulo creciente que
rodea el agujero. El metal de la pala choca con la madera de la tumba, dos ojos
inyectados en alcohol brillan con un destello de codícia y dos manos huesudas
comienzan a forcejear con la tapa de madera.
Se abre la tumba y las
manos del viejo profanador de tumbas comienzan a remover entre los huesos y la
ropa desgastada, escarbando entre la masa de larvas y gusanos que se agolpan
retorciendose en su habitat. No tardan en aparecer monedas de oro y piedras
preciosas desde las profundidades de la tumba. Los rumores que corrian de boca
en boca por las tabernas del puerto resultaron ser ciertas: el viejo
terrateniente había preferido ser enterrado junto a su tesoro familiar
antes que cederlo a su família o donarlo
a desconocidos.
Pero los rumores no
siempre revelan el secreto en su totalidad pues si todos los truhanes de la
ciudad sabian donde se encontraba en tesoro... ¿Porqué nadie se atrevió a
cogerlo, porqué ni los propios enterradores saquearon el tesoro del viejo
terrateniente? Las maldiciones infunden respeto, mucho más que la justícia
terrenal por que nadie puede huir de ellas...
El viejo estaba feliz por
haber conseguido un botín que parecia mas una perita en dulce que el producto
de un robo, ya comenzaba a fantasear con lujos y placeres que nunca había
soñado cuando al atravesar el sendero que llevaba a la sálida, extrañas
presencias comezaron a salir de sus tenebrosos y fangosos santuarios, masas
huesudas y grisáceas se acercaron sigilosamente, rodeandole. No habia percibido
sus presencias cuando al levantar la vista del tesoro que brillaba entre sus
manos, un ser repugnante se avalanzó sobre él mordiéndole la garganta...
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