El aula número 13

El rector era alto, corpulento y siempre llevaba traje gris con zapatos negros muy brillantes. El era el precursor de aquel internado para niños provenientes de famílias desestructuradas.
Estaba anocheciendo, caia una lluvia fina y el cielo estaba cada vez más cubierto, entre risas Bruno se escabuyó de clase y siguió al rector a escondidas, subió los escalones despacio ocultandose tras las esquinas, lo siguió a una distancia prudente y lo vió encaminarse hacia la habitación prohibida: el aula número 13. El chico observó que el rector arrastraba algo, no era un bulto cualquiera, parecía flácido e inerte. Bruno atinó la vista y pudo distinguir dos brazos y dos piernas. Bruno contuvo un grito de pánico y bajó las escaleras corriendo. El rector sintió la respiración de alguien y lentamente se dio vuelta, tenía la ropa manchada de sangre y sus manos estaban completamente rojas. Introdujo el bulto en el cuarto y cerro con llave. 
Habia llegado la hora de dormir. Bruno se vistió, subió las escaleras  con sigilo y atravesó con cautela el oscuro pasillo, apenas alumbrado por una tenue luz proveniente del aula número 13. El muchacho se acercó hasta la puerta andando de puntillas y paró frente a ella, guiñando un ojo se arrimó al ojo de la cerradura para escudriñar en su interior. Casi de inmediato se abrió la puerta con violencia, dos manos robustas lo agarraron con fuerza y lo arrastaron hacia dentro..


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