La escena se repetía
noche tras noche: una llave giraba en el interior cerradura. La puerta quedaba
abierta el mínimo tiempo necesario para que algo fuese depositado sobre el
escalón superior, la hoja de la puerta quedaba encajada en el marco y la llave
volvía a girar precediendo el murmullo de unos pasos que se alejaban con ritmo
lento y cansino al otro lado de la puerta.
Gateando se precipitó escaleras arriba hasta quedar a la altura de la puerta. Su boca babeaba ante su cena. Con hambre caníbal lo devoró todo en cuestión de segundos. Pero cuando terminó el vacío de su estómago parecía haberse agrandado. Un brote de rabia súbita estalló en su interior, cogió la bandeja vacía y la arrojó al fondo del sótano, rebotando esta por las paredes hasta llegar al suelo con un repetido estruendo metálico. Los pasos se detuvieron y recorrieron el camino en sentido inverso, parandose de nuevo ante la puerta. La voz resonó con vehemencia al otro lado de la puerta:
Gateando se precipitó escaleras arriba hasta quedar a la altura de la puerta. Su boca babeaba ante su cena. Con hambre caníbal lo devoró todo en cuestión de segundos. Pero cuando terminó el vacío de su estómago parecía haberse agrandado. Un brote de rabia súbita estalló en su interior, cogió la bandeja vacía y la arrojó al fondo del sótano, rebotando esta por las paredes hasta llegar al suelo con un repetido estruendo metálico. Los pasos se detuvieron y recorrieron el camino en sentido inverso, parandose de nuevo ante la puerta. La voz resonó con vehemencia al otro lado de la puerta:
-¿Qué acabas de hacer,
hijo de Satanás? ahora te pondrás a aullar durante toda la noche, lo presiento.
Quieres convertir mi existencia en un infierno...
La figura era muy frágil.
Tenía una edad muy avanzada. Se inclinó para introducir la llave por la
cerradura que giró chirriante. Empujó la puerta y descendió las escaleras que
conducían al interior del sótano moviendo la lampara de aceite a derecha e
izquierda escudriñando a través de las sombras.
El estaba allí, quieto y
agazapado en su refugio. La oscuridad perpetua era su principal aliada cuando
el viejo cruzaba el umbral. Seguro que este acabaría olvidándole y se
marcharía, la voz se alejaría renegando y la puerta volvería a cerrarse detrás
suyo Pero en esta ocasión llegó hasta él golpeandole repetidas veces, pero sin
energía. Se tuvo que detener por el cansancio. Su respiración era entrecortada.
Jadeaba. Rompió a toser.
-Criatura inmunda...
Ojala nunca hubiese dejado preñada a tu madre. La muy zorra murió mientras te
daba a luz, fuiste amamantado por una perra...eres hijo del pecado y dios te
puso ante mí como prueba. Pero esta noche limpiaré mi santo nombre con tu
muerte y me postraré orgulloso ante el altísimo.
La voz sonaba débil y los
golpes ya no le producían ningún daño. Algo le decía que era el momento
apropiado. Alargó su mano derecha, que más parecía una zarpa animal, de venas
azuladas y largas uñas, la mano alcanzó el rostro envejecido situado a escasa
distancia de él arrancando un trozo de piel reseca.
-No... ¿Qué has hecho desgraciado?
atacar a tu propio padre. El demonio anida en tu cuerpo deforme, eres el
vehículo escogido por el maligno para cumplir sus deseos.
Saltó sobre él y de un
zarpazo le abrió el torso en canal. Olía a carne fresca, el cuerpo del anciano
se agitó en vano, las zarpas se hundieron en su interior arrancando sus organos
a tirones. Al cabo de unos pocos minutos, y tras haber saciado su apetito, se
apartó de los restos de su difunto padre y se arremolinó entre sombras del
sótano, al resguardo de la tenue luz proyectada por la lámpara tirada en el suelo, a medio metro escaso del
cadáver.
La luz aún duró unas cuantas horas antes de desvanecerse y cuando esto sucedió, pudo sentirse tranquilo de nuevo, cubierto por las sombras perpetuas del sótano, el único hogar que conocía.
La luz aún duró unas cuantas horas antes de desvanecerse y cuando esto sucedió, pudo sentirse tranquilo de nuevo, cubierto por las sombras perpetuas del sótano, el único hogar que conocía.
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