Animas

Cada noche hacia lo mismo: se alimentaba de la energía de cadáveres recién fallecidos. Su agonía era indescriptible, pero nadie le escuchaba, la energía que absorvía de aquellos cuerpos era lo que le mantenía vivo. El aura de aquel espectro se sentía atraído por aquellos cadáveres a los que nadie reclamaba, necesitaba alimentarse del remanente energético que emanaba de ellos. En la soledad de las calles, no todos los espectros eran iguales; algunos, no se alimentaban de la energía de otros cuerpos. Mas bien conversaban con los vagabundos que yacían recostados en los portales, si algún transeunte pasaba en aquel momento y veía al vagabundo, pensaba que estaba hablando solo.

A otros en cambio les encantaba asustar a niños, y ancianos moribundos, se alimentaban del miedo que producían en ellos, adoptaban las mas espeluznantes formas. Caras grotescas, cuerpos amorfos, voces de ultratumba; recorrían los hospitales, geriatricos y horfanatos en busca de víctimas. Pero el único deseo de aquellos espíritus era el de reencontrarse con sus familiares y seres queridos. Son las leyes que imperan en el inframundo: aquellos que no logran encontrar su destino, acaban vagando sin rumbo fijo hasta que logran encontrar la paz y el descanso que tanto anhelan.


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