Era un tranquilo
día de trabajo, me encontraba ordenando mi escritorio cuando algo llegó volando
y se plantó frente a mí sobre la mesa: era un insecto del tamaño de mi pulgar,
de un color grís espinoso, iba de aquí para allá errático cuando de repente se
volvió hacia mi y en cuanto ví su rostro, me quedé paralizada intentando
contener mi respiración fue entonces cuando aquel ser alzó sus ojos para
mirarme y yo dí un brinco golpeandome la cabeza contra la pared, quería salir
corriendo de allí pero no era ni remotamente posible.
El insecto siguió
dando tumbos alrededor de la mesa, yo tomé una carpeta vieja para aplastarlo
pero no me atreví, quería gritar pero era inútil, el insecto siguió dando
vueltas y se quedó quieto de nuevo, mirándome y moviendo sus antenas, mi cuerpo
temblaba deseando escapar pero la tensión me mantenía inmóvil, aquel insecto
era un ser malvado surgido del infierno, comenzó a agitar sus alas grises, con
un intenso y penetrante zumbido y alzó el vuelo para quedarse levitando a un
palmo de mi rostro, fué entonces cuando mi cuerpo reaccionó y arrojé la carpeta
sobre él, sentía la frente bañada de sudor, tenía la certeza de que el insecto
había esquivado mi ataque y estaba furioso por mi reacción, pero no me quedé
allí para averiguarlo: salí empujando con todas mis fuerzas cada puerta que se
interponía en mi huida hasta que logré alejarme cayendo finalmente de rodillas
y jadeando sin aliento, con el zumbido de aquel insecto sonando en mi cabeza, y
su rostro grabado en mi mente: aquella no era la primera vez que veía la cara
de mi difunto marido en los malevolos seres que integran el lado oscuro de la
naturaleza, ni tampoco iba a ser la ultima.
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