Ya estan aquí, han llegado, mi corazón palpita
desbocado como el redoble acelerado de la muerte, y aquí estoy yo, recorriendo
un largo pasillo de cimientos leprosos y asperas columnas de hormigón
sosteniendo un esqueleto desnudo por donde discurren mis pasos entre escombros,
bidones de ceniza incandescente y enseres abandonados, la oscuridad parece
petrificada entre estas paredes, centinelas inmóviles de la verdad. Una turba
de bestias atroces, penden de las vigas del techo: sus rostros desencajados y
sangrantes, delatan su condición: las mentes más crueles e impías gotean el
nectar de su podredumbre, una violencia atroz ha descargado su ira sobre
aquellos desquiciados, ahora sólo queda la muerte.
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