Una de las muchas
cualidades que posee nuestra mente consiste en la capacidad de desarrollar un
instinto que detecta la presencia de seres extraños. A veces no consigue uno
verlos pero se les oye o se les siente de alguna manera. Mas de una vez he
tenido la intuición de que un ser invisible miraba por encima de mi hombro; no
es fácil cazar espíritus al vuelo porque es una visión muy rápida; en ocasiones
no se ven más que sombras o luces fugaces; hay que agudizar los sentidos. Temen
ser descubiertos; por eso su presencia se disipa como bocanadas de humo al
menor indício.
Para poder hablar de
lo intangible, es necesario tratar de ver el mundo como realmente es; existe
una convivencia entre lo visible y lo invisible; ellos estan presentes en
nuestros sueños y si alguna vez, tras
romperse bruscamente el ciclo natural de nuestra ensoñación: abrimos los ojos y
vemos formas de seres invadiendo un espacio que no les pertenece: eso es porque
les hemos atraido hasta nuestro mundo involuntariamente. Pero este es un fenomeno
cotidiano sin mayor consecuencia que la de un reflejo momentaneo que suele
disiparse a los pocos segundos;
traspasar la barrera que separa la región sutil del plano material es
difícil y cuando algo que no es estrictamente físico invade nuestro territorio,
tiende a evaporarse como hielo expuesto al sol a no ser que seamos nosotros
quienes les alimentemos cediendoles parte de nuestra energía ya sea de forma voluntaria porque ha adoptado
la forma de un ser querido fallecido o de modo inconsciente; porque el miedo
que pueda inspirar su presencia nos debilita y los hace a ellos mas fuertes.
Habitan una
realidad paralela y la mayoría de ellos suele seguir con obediencia los
dictamenes de unas leyes que prohiben a los habitantes de su mundo interactuar
con el nuestro pero siempre hay renegados; almas rebeldes deseosas de romper
las normas. Ahora bien: ¿Qué sucede cuando somos nosotros quienes decidimos
romper esas normas?
Muchas historias
hay sobre este acto imprudente que muchos lo practican como si de un juego de
tratara y algunas de ellas han sido muy publicitadas, fueron casos muy sonados
en su momento y ahora son parte de la historia; muchos de quienes podrían
atestiguar su vivencia se encuentran internos en residencias para enfermos
mentales; allí, desprovistos de habla y de raciocínio, deambulan por los
pasillos sin rumbo fijo y con la mirada perdida; son recipientes vacios que
extraviaron su alma tras abrir la puerta a esas presencias.
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