Por
más que lo intentaba, no podía apartar la vista del espejo; su visión me
nublaba la vista, estaba cautivo; paralizado y por más que intentaba moverme
sólo podía mirar, deslumbrado ante mi reflejo, quise gritar pero no era dueño
de mí mismo; algo me dominaba.
Desperté
en mi habitación. Me levanté lentamente y pensé en lo real que había parecido
la pesadilla que acababa de experimentar, fui al baño a refrescarme, encendí la
luz y mientras me secaba la cara frente al espejo, tuve un extraño
presentimiento que me obligó a bajar la mirada, tenía miedo de mi propio
reflejo, no podía hablar; recuerdo que intenté hablar pero no vocalizaba nada
inteligíble, intenté gritar, pero ese algo me había robado el control de mí
mismo y sólo pude observar, sentí como el vello de mi nuca se erizaba y que mi
piel se crispaba. No se cuanto tiempo transcurrió hasta que logré recobrarme,
pero cuando me miré nuevamente el espejo, lo que vi fue mi rostro pálido y
demacrado, como si no hubiera dormido en días. Acto seguido, salí de ese cuarto
y así como había llegado el miedo, se fué. Durante días estuve preguntandome a
mí mismo qué había sido aquello. Creo que con el tiempo he logrado obtener algo
parecido a una respuesta: ¿Alguna vez habeis tenido la sensación de no
reconocer el rostro que asoma desde el otro lado del espejo? Pues eso fué lo
que me sucedió a mí: durante un instante, pude vislumbrar la realidad que nos
acecha desde el otro lado.
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