Ocurrió a las tres



Aquella noche se había entretenido más de lo habitual celebrando una venta con unos compañeros y las horas se consumieron rápidamente, en aquel bar musical como si el tiempo se hubiera contraido a voluntad. Sus parpados se cerraban lentamente y sentía que la carretera se balanceaba meciendo su coche a un lado y a otro; el viaje se estaba resultando tedioso y pensaba que lo mejor hubiera sido parar en algún motel cercano.
Cerró por un instante los ojos, sus manos abandonaron la imitación de madera de su volante y cuando los abrió, una sombra golpeó su parabrisas, frenó bruscamente y bajó de su coche destilando adrenalina a través de sus poros. Una figura yacía inerte sobre el suelo de alquitrán dibujando una extraña silueta que parecía formar parte del asfalto. Caminó hacia ella y cuando la tuvo enfrente, se agachó para verla de cerca: su cara estaba mutilada, le faltaba la mejilla izquierda y la mandíbula inferior, esta visión revolvió su estómago de inmediato; sintió hervir sus entrañas como si dentro de él se consumieran sus órganos vitales y moviendose entre espasmos, dió media vuelta, subió de nuevo a su coche y se alejó quemando los neumáticos con el acelerador. Cuando llegó a su casa creía estar viviendo una pesadilla, no podía apartar de su mente aquella imagen que seguía grabada en su retina, aquel bulto tirado en el negro asfalto y aquel rostro destrozado. Como había perdido el sueño, se tomó varios calmantes mezclados con alcohol y se refugió entre las mantas de su cama.
La noche parecía no querer darle tregua, el hombre llevaba varias horas intentando dormir pero era incapaz de pegar ojo. Una extraña presencia le hizo levantar su cuerpo que se encontraba parcialmente inmovilizado por los calmantes, como si una pesada losa lo sepultara contra el colchón. La figura que parecía levitar sobre él se inclinó hasta que se situó a su altura, los ojos casi desorbitados de aquel ser se clavaron en los suyos, de su cara destrozada caian gotas de sangre que goteaban sobre él cuando de pronto, la tenebrosa sombra se desvaneció, y al ocurrir esto, su cuerpo brincó de la cama como un resorte, por su espalda resbalaba un caudal de sudor helado, sacó el teléfono de su chaqueta que colgaba sobre el respaldo de una silla y observó la hora: los dígitos luminosos marcaban las tres de la madrugada.

A la mañana siguiente se levantó temprano como de costumbre para ir a la oficina, se preparó un café y encendió el televisor para ver el canal de notícias mientras desayunaba: una victima más en la carretera: su cuerpo fue hallado con vida aunque su corazón dejó de latir mientras era conducido al hospital, su hora de fallecimiento tuvo lugar en torno a las tres de la madrugada. Se acabó de vestir y con gesto tembloroso cogió su maletín y salió de su casa rumbo a la oficina.




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