Machinae



La calle atestada de gente, figurantes de una escena para la que nadie se había postulado y de repente, el caos: apareció de improviso sembrando el pánico y la confusión entre los transeuntes atónitos, muchos de los cuales apenas tuvieron tiempo para reaccionar; antes incluso de que pudieran preguntarse de donde había surgido ese engendro demoniaco, ya habían sufrido el tremendo zarpazo de unas garras capaces de abrir en canal a una persona adulta o sufrido el mordisco de sus fauces afiladas; atravesó toda la avenida como un lobo hambriento en un cobertizo dejando un rastro de sangre a su paso. No fué fácil acabar con su vida,  y antes de que esto ocurriera, ya se había cobrado innumerables vidas, las balas de la policía no parecieron surtir efecto en un primer momento, aunque fueron debilitandole paulatínamente; cuando se logró aislar la zona, se emplearon armas de mayor calíbre, su cuerpo enorme y robusto fué resintiendose poco a poco de los impactos que recibía, la munición explosiva fué perforando las capas de rígido pigmento que cubría sus huesos expulsando chorros de un líquido verdoso semejante al acido, sus movimentos eran cada vez más débiles y agónicos hasta que vencido y moribundo el ser, acabó exhalando sus ultimos estertores sobre el mismo asfalto que minutos antes había regado con la sangre de sus víctimas.
Horas antes, no muy lejos de allí, un grupo de novatos aficionados al ocultismo realizaban una invocación desde la capilla que habían consagrado a las fuerzas infernales ajustandose a la ortodoxia de un ritual antiquísimo cuyo objetivo y resultados desconocían ya que estaban invocando sin saberlo a una entidad maligna conocida como machinae, un artefacto demoniaco usado antiguamente en las guerras; un guerrero despiadado y sangriento ante el cual no supieron rendir cuentas debídamente, lo que les costó la vida. Poco después y en ausencia de un amo experimentado que le guiara en sus actos, dicha criatura se dirigió a la calle donde prosiguió su misión en la tierra haciendo lo único y lo mejor que sabía hacer, aquello que venía realizando desde el princípio de los tiempos cada vez que alguien invocaba su presencia.

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