La hora del juício



Habíamos llegado hasta esa casa desvencijada huyendo de la plaga; patrullabamos la zona cuando de pronto, la emisora pareció volverse loca, fué el princípio del caos: esperabamos instrucciones de la central y esta sólo emitía comunicados confusos e ininteligíbles de voces atropelladas que se solapaban unas a otras. A medida que nos internabamos en el centro urbano, el paisaje se mostraba más caótico, la gente había enloquecido, se atacaban unos a otros devorandose como animales salvajes, había varios incendios expandiendose porque nadie se había ocupado en sofocar, nadie respondió cuando pedíamos refuerzos y ante el color que estaba tomando la situación decidimos acelerar y alejarnos de allí cuanto antes. Al cabo de unos minutos, nuestro coche patrulla había quedado inservíble, la gente se agolpaba a nuestro alrededor, obligandonos a arrollarles para poder huir y destrozando nuestra carrocería con los fragmentos que ibamos arrancando de sus cuerpos.
-Me han cazado: balbuceó mi compañero con voz entrecortada.
-No es grave: dije tratando de calmarle -Te pondrás bien, la herida es sólo superficial.
-Te equivocas: estoy jodido y bien jodido...
Dicho esto caminó hacia el centro de la sala, moviendose entre espasmos, al observar sus movimientos me pareció estar viendo a un cadáver viviente.
-Sígueme: dijo mientras se llevaba la pistola a la sien y apretaba el gatillo, el disparo sonó como un estampido en toda la casa, salpicando de sangre las paredes y su cuerpo se desplomó como un títere desprovisto de cuerdas.
Con el paso de las horas, el cadáver de mi compañero que ya comenzaba a secarse, pasó a formar parte del paisaje natural de la casa...Hasta que las campanas de la muerte sonaron anunciando la hora del juicio.
Cuando irrumpieron estaba sentado en el unico sillón desgastado que amueblaba el salón, amparado en la oscuridad, soñaba que corría a través de un paisaje agreste, con verdes llanuras onduladas que se extendían bajo un cielo azul claro coronado de nubes blancas y esponjosas, y una brisa tenue acariciaba mi nuca, sus gruñidos me devolvieron a la realidad de un ambiente húmedo y nauseabundo que olía a carne en descomposición, lo último que sentí antes de que todo se apagara fué como mi cuerpo era desmembrado por docenas de brazos que tironeaban de él en todas direcciones.

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