Horror



La guerra había terminado meses atrás y el hambre se palpaba en el ambiente, escaseaban los productos básicos y la carne era un lujo al alcance de unos pocos. A la espera de que volvieran a reconstruir la escuela, los niños pasabamos tardes enteras merodeando entre las ruinas y la basura que se amontonaba en los descampados cercanos buscando comida.
Recuerdo que caminaba entre la maleza, por los terrenos donde se ubicaba el matadero y cuando pasé frente a sus sombríos muros, una fuerza irresistíble me obligó a buscar la forma de acceder a su interior. El lugar despedía un olor insoportable, había trozos de carne en descomposición esparcidos por el suelo, la maquinaria estaban sucia y oxidada, las sierras estaban paradas pero afiladas y amenazantes, recorrí el lugar casi a tientas durante varios minutos, hasta que al llegar a una esquina, distinguí unas cabezas humanas ensartadas en unos ganchos que colgaban de la pared, llegué hasta un pasillo al final del cual, podía divisarse una puerta de metal, esta me llevó a una habitación en cuyo centro había un grupo de personas en estado lamentable, desnudas y con la cabeza afeitada, parecian tan ensimismadas que no lograron captar mi presencia, continué avanzando y llegué hasta un espacioso cuarto con amplios ventanales, desde los cuales podían observarse los campos, donde se reunía a las reses para ser sacrificadas, pero por esos campos solo habitaban las ratas, alguien había advertido mi presencia y cuando me giré aparecieron dos tipos enormes vestidos como carniceros, llevaban las ropas empapadas de sangre, caminaron hacía mí con paso implacable y eché a correr con todas mis fuerzas atravesando salas y pasillos que se me antojaron interminables y en mi huida, pude ver gente sujeta a las paredes por gruesas cadenas, restos humanos desperdigados por el suelo, cuerpos  desmembrados y troncos desollados colgando del techo por ganchos. Otros tipos se sumaron a mi persecución, escuchaba sus voces gritando como bestias rabiosas. Por puro instinto, logré llegar hasta la parte trasera del edifício, derribé a patadas unas tablas que obstaculizaban la salida y me lancé fuera, una vez allí, seguí corriendo con todas las fuerzas que me quedaban para no regresar nunca más a aquel lugar.

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