Como casi cada noche a
esa hora, me desperté sediento, camino a la cocina, sentí una mirada clavada en
mi espalda, miré de soslayo y creí percibir la presencia de alguien aunque no
le presté demasiada importancia de momento. Tras saciarme de agua, regresé a mi
habitación y allí fue donde comenzaron a emerger lolas ideas y con ellas la
duda y la angústia de pensar si aquella visión fugaz había sido real o no, al
rato volví a sentir esa mirada sobre mí, aunque ahora la percibía con más
intensidad, no quise mirar porque temía que se confirmaran mis temores y al
rato caí en un sueño profundo parecido a un pozo sin fondo.
Volví a despertar con el deseo imperioso de ir al baño pero entre
el sueño y la realidad, vi formarse una silueta delante de la puerta y quedé
totalmente paralizado por el miedo, de repente, la imagen de mi abuela
fallecida apareció frente a mí, su aspecto era palido y brumoso, no le veía el
rostro, llevaba puesta su bata y el pelo recogido por detrás, tal y como la
recordaba, le acompañaba un niño de corta edad y ambos iban cogidos de la mano;
estuvieron mirandome durante unos segundos y después se alejaron flotando.
Así fue como llegué a
conocer a mi hermano fallecido cuando yo
acababa de nacer, nadie en mi família quiso hablarme de él y mi abuela marchó
llevándose este secreto a la tumba por no contravenir a mis padres.
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